Naturalmente estas culturas evolucionan en forma permanente y con mayor rapidez según la capacidad de reconocer los conflictos internos y externos y buscar respuestas adecuadas para responder a ellos.
Al ponerse en contacto las culturas pueden establecer entre sí distintas relaciones. Cuando un pueblo llega a otros territorios por medio del comercio o de la conquista, puede tener varias actitudes respecto a la diferencia cultural: aceptarla como válida para esa sociedad, despreciarla como inferior, o tratar de destruir las características culturales consideradas como negativas para el pueblo conquistador.
Si el descubrimiento se produce con respeto por el otro, con valoración de la cultura y sus habitantes, es probable que cada comunidad tome de la otra los elementos que le resulten útiles: se trata entonces de un encuentro que trae como consecuencia una Transculturación o Inculturación, un intercambio de elementos culturales que transforme en cierta medida a ambas culturas. Supone un encuentro entre personas que se consideran iguales, con intereses y valores que, aunque diversos, se reconocen tan legítimos como los propios. Abrirse a la cultura del otro y encontrar sus valores es el desafío que supone aceptar otras alternativas de explicación, otra manera de resolver los problemas. Tenemos ejemplos de este tipo de experiencia en numerosos ámbitos de la vida: en la música, por ejemplo, el uso de ciertos ritmos folklóricos en el rock nacional, la experiencia histórica de las misiones jesuíticas, las escuelas que mantienen la enseñanza respetando las tradiciones y las lenguas regionales.
La deculturación es un proceso donde una cierta sociedad o pueblo, se ve obligado a abandonar su propio patrimonio cultural. De esta forma quienes sufren esta situación, por estas circunstancias, en algunos casos, deben aprender una nueva lengua, nuevos modos de hacer y de relacionarse con los otros. La causa puede originarse en los traslados impuestos, por ejemplo, por motivos de trabajo. Sin embargo la deculturación nunca es completa, siempre permanecen rasgos culturales propios que resisten a la imposición.
A nivel étnico o de grandes culturas llamamos aculturación al proceso por el cual un pueblo se impone por la fuerza sobre otro. Mediante el uso del poder se le exige a los "perdedores" el abandono de la propia cultura y en consecuencia, la adopción de la cultura que resulta dominante. De este modo, se imponen valores culturales que son presentados como único modelo válido en todas las esferas de la vida del individuo: se sustituye la cultura autóctona por la de los colonizadores. Mediante la aculturación se confunden los factores de identificación de una cultura, y los miembros de esa comunidad llegan a aceptar su propia cultura como inferior a la impuesta.
Culturas urbanas
Cultura y comunicación: Teresa Eggers-Brass, marisa Gallego, Gabriela Pedranti, Fernanda Salcito
Cultura y comunicación: María Isabel Gatti , Cecilia Blanco de Di lascio
¿Qué es el relativismo cultural?
El relativismo
cultural afirma que todas las culturas son iguales en valor. Solo podemos
juzgar una cultura desde sus propios parámetros. De aquí se infiere que todos
las culturas son merecedoras de igual respeto. Los relativistas culturales
sostienen que cualquier valoración que se haga de una cutura “desde fuera” cae
en etnocentrismo. Subraya la
imposibilidad de establecer un punto de vista único y universal en la
interpretación de las culturas.
Esta es una posición
ampliamente aceptada en el mundo moderno porque se la vincula con palabras como
“pluralismo”, “tolerancia” y “aceptación”, pero esto tiene sus consecuencias:
todo se justifica sobre el “relativismo”.
El relativismo se basa en la idea de que cualquier juicio
acerca del bien y del mal es una producto de la sociedad. Por lo tanto
cualquier opinión está sujeta a la perspectiva cultural de cada persona. Con
este criterio, no podemos juzgar a ninguna cultura, sin importar lo que haga.
En posición contraria se encuentra el Universalismo cultural, que afirma la existencia de valores,
juicios morales y comportamientos con valor absoluto y aplicables a toda la
humanidad, más allá de la cultura.
Deberíamos cambiar del relativismo cultural a la perspectiva
cultural. En vez de decir simplemente: "No podemos juzgar la moralidad de otras
culturas," sin importar las razones de sus acciones. Deberíamos decir "Necesitamos
entender la moralidad de otras culturas." Caso contrario, no existe ya
ninguna perspectiva, y se hace literalmente imposible argüir que algo que una
cultura haga está bien o mal. Al practicar un relativismo cultural estricto, no
es posible decir que los sacrificios humanos son "malos," o que el
respeto por los ancianos es "bueno." Después de todo, esos son
productos de la cultura.
Fuente: http://www.allaboutphilosophy.org/spanish/relativismo-cultural.htm
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